El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, y desde EGOM queremos hacer hincapié en todas aquellas cuestiones de salud de la mujer teniendo en cuenta las distintas necesidades de la mujer en las diferentes etapas de su desarrollo.
Por favor, espere...
El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, y desde EGOM queremos hacer hincapié en todas aquellas cuestiones de salud de la mujer teniendo en cuenta las distintas necesidades de la mujer en las diferentes etapas de su desarrollo.
La sexualidad es un pilar básico en la construcción de la pareja y normalmente la asociamos a una sensación placentera y de disfrute. Sin embargo, muchas mujeres no son capaces de experimentar estas sensaciones positivas porque prevalecen otras negativas como el dolor.
Cuando se trata de la menstruación la mayoría de las mujeres aspiramos a que se trate de un ciclo regular, que venga con una frecuencia exacta, en especial si estamos atentas a un posible embarazo, hemos planificado algún viaje o vacación, o si estamos planeando acudir u organizar algún evento específico en el cual no deseamos tener el período.
El DIU es un pequeño dispositivo que se coloca en el interior del útero para evitar embarazos. Es un método duradero, reversible y uno de los métodos anticonceptivos más eficaces que existen.
El término parece nuevo pero data de más de 100 años. Los probióticos son microorganismos vivos como las bacterias, por ejemplo. Sin embargo, no son patógenos ni dañinos para el organismo. Suministrados en dosis adecuadas, los probióticos conservan la flora vaginal y disminuyen las infecciones.
La obesidad es la acumulación anormal y/o excesiva de grasa que puede afectar, negativamente, a la salud. Según la sociedad española para el
Estudio de la Obesidad, se considera obesidad un índice de masa grasa superior al 25% en hombres y al 33% en mujeres.
La OMS la reconoce como un problema sanitario de primer nivel y estima que, en todo el mundo, el número de personas que sufren obesidad supera los 650 millones.
En España, un 60% de la población sufre de sobrepeso, situándose en torno al 20% el porcentaje de personas con obesidad.
Por el tipo de problemas de salud que acarrea, la obesidad debe ser reconocida como una enfermedad cuyos factores de riesgo son, fundamentalmente, los siguientes:
La edad (sarcopenia y el aumento de índice de masa grasa a partir de los 65 años), la menopausia (cuando se produce una disminución de las hormonas anabólicas y los estrógenos), las alteraciones del sueño, la presencia de disruptores endocrinos y la microbiota intestinal.
El estrés, el sedentarismo, el uso de fármacos anticonceptivos o psicotrópicos, el patrón alimentario, un ambiente cada vez más obesogénico y los factores prenatales, que incluyen alteraciones en la dieta de la gestante tanto por exceso como por defecto)
• Factores genéticos
El desconocimiento que, en el pasado, se tenía acerca de la implicación de los circuitos neurohormonales en los mecanismos fisiopatológicos responsables del desarrollo de la obesidad, ha dado paso a una relación probada, científicamente, entre los cambios en los sistemas de señalización periféricos y la forma en que el cuerpo humano regula la ingesta de alimentos.
El tejido adiposo —el almacén de energía primaria o, más comúnmente conocido como reservas de masa grasa—es un sistema regulador del equilibrio energético que responde a nutrientes, señales neuronales y hormonales, con la liberación de hormonas y moléculas de señalización paracrina, llamadas adipocinas, que controlan la ingesta de alimentos y el metabolismo energético, como la función inmunológica y neuroendocrina.
De todas las adipoquinas identificadas hasta el momento, la leptina sigue siendo la principal señal de adiposidad.
En otras palabras, la relación entre cerebro, intestino y adipocitos, resulta fundamental para una correcta regulación del peso corporal.
Como hemos mencionado anteriormente, la obesidad se asocia con un buen número de enfermedades, como las metabólicas (enfermedades cardiovasculares, diabetes, etc), mecánicas (osteoartritis) y mentales, como la depresión o la ansiedad.
El PCOS es una enfermedad endocrina de alta prevalencia que suele aparecer en varios miembros de una misma familia. Su primera aparición suele ser en una adolescente o una mujer en edad reproductiva que presenta un hirsutismo u otras manifestaciones de hiperandrogenismo, alteraciones en el ciclo menstrual y obesidad.
Entre las alteraciones que provoca, destacan la disfunción neuroendocrina por un aumento de LH con una secreción de FSH normal o disminuida; la disfunción metabólica con una resistencia de insulina periférica que se expresa por una hipersecreción de insulina, que provoca un aumento en la secreción de andrógenos por el ovario y las glándulas suprarrenales, que estimula la secreción de LH y disminuye la síntesis hepática de la proteína transportadora de hormonas sexuales (SHBG) y hace que aumente la fracción libre y actividad biológica de los andrógenos.
Por último, también es recurrente la disfunción de la esteroidogénesis ovárica y/o suprarrenal.
Sus síntomas puedan ser muy variados según la edad de la paciente, aunque suelen manifestarse en el período premenárquico, en el que aparecen alteraciones en el ciclo menstrual, alteraciones cutáneas relacionadas con el hiperandrogenismo como el hirsutismo, el acné o la alopecia.
La mayoría de estas pacientes, sufren de alteraciones en su metabolismo como resistencia a la insulina con hiperinsulinemia compensatoria, obesidad y dislipemia.
Del mismo modo, un número de folículos ováricos igual o superior a 12 con un tamaño de entre 2 y 9mm o un volumen aumentado de más de 10ml sin usar anticonceptivos, puede definir el síndrome.
El diagnóstico ha de comprobarse bioquímicamente y se basa en la combinación de las características clínicas, bioquímicas y ultrasonográficas.
Un descenso del peso corporal mejora la sintomatología y las características clínicas de mujeres con PCOS, al conseguir un descenso en insulina, incluyendo una mejor regulación del ciclo menstrual y una mejora del hirsutismo y el acné.
La obesidad tiene un impacto muy negativo en la fertilidad, no solo en la capacidad de concepción sino a la hora de someterse a un tratamiento de fertilidad.
Además, aumenta el riesgo de aborto espontáneo, de que el feto sufra anomalías congénitas y de que existan complicaciones en el embarazo.
Todo lo anterior se relaciona con el exceso de estrógenos en las mujeres que sufren obesidad, por ello, las mujeres deben aspirar a un Índice de Masa Corporal (IMC) normal antes de iniciar cualquier tratamiento de fertilidad.
Otros problemas que puede acarrear la obesidad son un riesgo de morbimortalidad significativamente más alto, la aparición de diabetes e hipertensión gestacionales o preeclampsia, adelanto del parto (neonatos) e incluso mortalidad.
Está demostrado que las mujeres cuyo índice de masa grasa se sitúe en valores normales, conseguirán un aumento en las tasas de ovulación en embarazos espontáneos y recién nacidos normales.
Debido al aumento de la esperanza de vida, las mujeres pasan la mitad de su vida siendo fértiles, y la otra mitad en lo que se conoce como etapa menopausia.
Por ello, más allá de los síntomas climatéricos, debemos acompañar a la mujer en todas las realidades derivadas de este período, como por ejemplo, la obesidad que, tan frecuentemente, se deriva de la menopausia y que puede acarrear problemas tan graves como un aumento en la prevalencia del cáncer de mama.
Durante esta, las mujeres aumentan, de media un 6% de su peso y sobre un 17% de materia grasa.
Está científicamente probado que la pérdida de peso en la menopausia mejora significativamente las comorbilidades asociadas a la obesidad.
Si quieres ahondar más sobre este tema, te recomendamos este otro artículo en el que abordamos, de forma más profunda, la relación entre la menopausia y el aumento de peso en la mujer.
En EGOM somos especialistas en salud de la mujer. Contacta con nosotros si necesitas que estudiemos tu caso y te ayudemos a estar y encontrarte mejor.
La menopausia es una etapa clave de la vida de la mujer en la que se producen innumerables cambios fisiológicos, entre ellos, un aumento medio de peso del 6% con un incremento de alrededor de un 17% en masa grasa.
Existen varios factores de riesgo para desarrollar obesidad en la menopausia:
La obesidad, definida como el exceso de grasa en el organismo que puede afectar a la salud, se asocia a un gran número de enfermedades que pueden afectar al embarazo o empeorar durante el mismo, así como a enfermedades mecánicas y mentales.
Si tenemos en cuenta que la edad media de establecimiento de la menopausia en España está estimada en los 52 años y la esperanza de vida de la mujer española se sitúa en torno a los 87 años, podemos inferir que la mujer pasa el mismo periodo de tiempo en edad fértil que en etapa menopáusica.
Es por tanto que, hoy en día, debemos acompañar a nuestras pacientes menopáusicas en esta etapa de la vida, en aras de cuidar su salud de forma global y no centrarnos solo en los síntomas relacionados con la sexualidad femenina.
El síndrome climatérico es más pronunciado y con mayor frecuencia de sofocos. Se ha demostrado que el exceso de grasa actúa como un aislante corporal que favorece el incremento de la intensidad de la sintomatología.
El síndrome genitourinario es más acusado, con mayor disfunción del suelo pélvico e infecciones urinarias mas frecuentes.
Los trastornos menstruales multiplican por tres su frecuencia.
Existe una mayor incidencia de cáncer de endometrio e hiperplasia endometrial.
Se cree que los cambios endocrinos que tienen lugar en la obesidad podrían ser los causantes del incremento de la prevalencia de cáncer de mama en las mujeres obesas, siendo la afección en mujeres obesas de hasta un tercio del total de casos.
Por todo ello, existen una serie de beneficios de la pérdida de peso en la mujer menopáusica, entre los que podemos resaltar:
En cuanto al abordaje terapéutico de la obesidad y sobrepeso, todavía existen varias barreras para el tratamiento.
Solo un 10% de los pacientes americanos han recibido un diagnóstico de obesidad, debido a una falta de reconocimiento de la enfermedad por parte de médicos y pacientes.
Muchas de las estrategias de tratamiento conservador fracasan y esto crea una experiencia negativa sobre tratamientos anteriores, ya que la recuperación de peso es una experiencia habitual.
Existe una laguna terapéutica para los pacientes que no responden de forma suficiente a las intervenciones en el comportamiento y en el estilo de vida, y que no son candidatos viables para la cirugía bariátrica o no desean someterse a ella.
Estos pacientes necesitan opciones adicionales de tratamiento. Los fármacos con indicación para el control del peso, utilizados adecuadamente, pueden ayudar a cubrir esta laguna.
Los fármacos autorizados para el control de peso en España son el Orlistat (inhibidor de la lipasa), la Natltrexona/Bupropion y la Liraglutida.
Cualquiera de los tratamientos debe suspenderse y considerar fracasado su tratamiento si en 12 semanas el paciente no ha conseguido perder el 5% del peso corporal inicial.
La evolución de los métodos anticonceptivos ha sido considerable en los últimos años. Sin embargo, el preservativo femenino no es tan conocido como el masculino a pesar de que su objetivo es el mismo. ¿Quieres saber qué es el preservativo femenino y aprender más sobre él?
La dismenorrea o dolor de regla se trata de una afección padecida por, aproximadamente, un tercio de las mujeres pero, aunque la veamos como algo común, no es normal. Si te encuentras en esta situación, sigue leyendo y descubre las diferentes opciones terapéuticas para solucionar este problema.
La mamografía es la técnica más eficaz para detectar el Cáncer de Mama de forma precoz. Sin embargo, existen diversas opiniones sobre cuándo debe realizarse por primera vez. Nosotros recomendamos realizarla anualmente a partir de los 40 años, salvo que existan factores de riesgo o antecedentes familiares.