Por favor, espere...
La fisioterapia pelviperineal (que procede de la unión de los términos “pelvis” y “periné”) o fisioterapia del suelo pélvico es una especialidad que previene y trata estas disfunciones, ayuda a preparar la musculatura para dar a luz y a recuperarse tras el parto. Se trata de una rama de la fisioterapia que se enfoca en el cuidado de la mujer, tanto como medida de tratamiento como de prevención, para mantener una buena salud.
Está indicada para los siguientes casos:
En la primera consulta se realizará una valoración y diagnóstico de fisioterapia, junto con la puesta en marcha de un plan de tratamiento personalizado para cada paciente.
En caso necesario, se realizarán sesiones fisioterapia de 30 minutos, utilizando distintas técnicas sin efectos secundarios que vendrán determinadas en función de la valoración inicial según cada caso.
Entre estas técnicas están la terapia manual y miofascial, el masaje perineal, los ejercicios de suelo pélvico, la gimnasia hipopresiva, técnicas comportamentales y el tratamiento mediante electroestimulación.
Si tienes problemas de suelo pélvico, recuerda que debes acudir a tu ginecólogo, que te derivará a un fisioterapeuta especializado, que es el único profesional formado, cualificado y legalmente capacitado para atenderte.
Tanto la primera consulta como las sesiones de tratamiento las realizará una fisioterapeuta especializada y colegiada.
Este tipo de masaje se realiza a partir de la semana 34 de gestación, para reducir la incidencia de episiotomías y desgarros. El objetivo del masaje perineal es el de “despertar” al periné, estirándolo, ablandándolo y dándole más elasticidad para que en el momento del parto esté más preparado para abrirse.
Además, este masaje sirve para conocer un poco las sensaciones que sucederán durante el parto y familiarizarse con ellas, ayudando así a relajar la zona durante el alumbramiento.
El parto, junto con el embarazo, constituyen dos factores de riesgo importantes en las lesiones del suelo pélvico. La compresión y distensión a la que se somete durante el parto vaginal es tan grande, que provoca un sobreestiramiento de las fibras musculares y las estructuras nerviosas y fasciales que lo rodean.
Estos fenómenos de compresión y distensión provocan un debilitamiento del suelo pélvico en el postparto inmediato. En muchos casos este debilitamiento se recupera poco a poco, pero en aquellas mujeres que han tenido un parto complicado, resulta indispensable realizar una valoración y tratamiento del mismo una vez transcurrida la cuarentena, ya que se pueden producir a corto y medio plazo una serie de problemas (prolapsos, incontinencia urinaria, dolores en las relaciones sexuales) si no se recupera la funcionalidad del suelo pélvico y de otros músculos correctamente. También se tratarán las cicatrices dolorosas (episiotomía y cesárea).
Se recomienda acudir a partir de la sexta semana después del parto.
La incontinencia es un problema tan común como silenciado.
Alrededor del 30% de la población adulta padece esta dolencia, que consiste en la pérdida involuntaria de orina.
Se produce al toser, estornudar, mantener relaciones sexuales o realizar actividad física. La incontinencia urinaria suele acarrear en quien lo padece otros trastornos derivados como ansiedad, estrés o, incluso, depresión. Puede desencadenarse tras un parto, la menopausia o tras la cirugía de extirpación del útero. Otros factores que influyen en el desarrollo de la incontinencia urinaria son la obesidad, el estreñimiento o enfermedades como la diabetes.
Se ha demostrado que la fisioterapia ayuda a fortalecer los músculos del suelo pélvico, contribuyendo a contrarrestar de forma considerable las pérdidas de orina.
El prolapso consiste en el descenso de uno o más órganos de la cavidad pélvica hacia el exterior. Es una patología que afecta a la calidad de vida de la mujer y suele diagnosticarse en un 50% de las mujeres multíparas.
Se debe principalmente a la debilidad de los sistemas de sostén (músculos, ligamentos y fascias) que mantienen y suspenden a estos órganos pélvicos, impidiendo que salgan por la vagina.
Los factores de riesgo más importantes son embarazo y el periodo expulsivo durante el parto, donde se produce una gran distensión de la musculatura del suelo pélvico así como del tejido conjuntivo de sostén, lo que produce su debilitamiento y pérdida de su tensión natural.
Esta caída visceral también puede verse agravada durante la menopausia, por los cambios hormonales que tienen lugar (disminución de estrógenos) o bien por cirugías abdominales y/o pélvicas.
Algunos síntomas que podemos presentar en presencia de un prolapso genital son: sensación de tener un bulto en la vagina, sensación de vagina abierta, incontinencia urinaria y/o fecal o dolor durante las relaciones sexuales.
De los 4 grados de prolapso existentes, el 1 y el 2 pueden mejorar significativamente con la fisioterapia, siendo necesaria la intervención quirúrgica en el grado 3 y 4, cuando el órgano sale por la vagina.